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Las mujeres trans solo debemos de competir con hombres

Podemos luchar por espacios separados que protejan nuestra dignidad y por la instauración de una categoría distinta de récords para que nuestros logros queden inscritos en la historia, pero las únicas que tienen cabida en el deporte femenil son las mujeres. Se lo debemos a nuestras hijas.

“Las mujeres trans son mujeres” es más que una consigna: es una exigencia de docilidad. Es, también, una retórica vacía que nos ha alejado de la verdad y nos ha adentrado en la tierra de la fantasía.

Con un espíritu de arrogación de un derecho más que de empatía, el transactivismo exige acceso a condiciones, becas y subvenciones otrora reservadas a las mujeres en los deportes y en la política. Sometidas al método del premio y el castigo que apela a su bondad al tiempo que denuncia a quienes no se doblegan llamándolas intolerantes, las mujeres se ven presionadas a aceptar a las mujeres trans, como yo, no como aliadas, sino como mujeres propiamente dichas. Las objeciones sustentadas en la biología son tachadas de falsa crueldad en un mundo donde los sentimientos tienen prioridad sobre los hechos.

Sin embargo, la verdad incómoda sigue siendo verdad y, en los deportes, la biología sí es un factor para la separación por sexos. Sin importar qué hormonas femeninas tomemos, las mujeres trans seguimos siendo, en promedio, más altas, más veloces y más fuertes que las mujeres. Conservamos el mayor tamaño de nuestro corazón y de nuestra musculatura masculina, y no perdemos densidad ósea. El mes pasado, The Times publicó un reportaje sobre Maxine Blythin, jugadora transgénero de críquet que promedia 15 carreras cuando compite con hombres y 123 cuando compite con mujeres. Blythin busca conquistar uno de los 11 puestos en el equipo femenil de Inglaterra. Bien por ella, pero nada justo para las mujeres a las que desplaza.

La inclusión de mujeres trans en otras disciplinas no solo es injusta: es peligrosa. La Welsh Rugby Union, asociación reguladora del rugby en Gales, permite que Kelly Morgan, mujer trans, juegue en la categoría femenil si suprime su producción de testosterona hasta determinado nivel. Muchos hombres tienen niveles hormonales similares, por ejemplo, aquellos bajo tratamiento para combatir el cáncer, pero a nadie se le ocurriría ponerlos a jugar rugby femenil.

Las investigaciones respaldan mi propia experiencia: las mujeres trans conservamos una ventaja competitiva sobre las mujeres a pesar de modificar nuestro cuerpo y someterlo a tratamientos hormonales. Jessica Minty-Madley, capitana del equipo donde juega Morgan, recuerda que en una ocasión su compañera dobló a una oponente “como si fuese una silla plegable”. Morgan es consciente del problema y lo plantea de manera correcta: “Me siento culpable, pero ¿qué se puede hacer? No salgo a la cancha a lastimar a nadie, solo quiero jugar rugby”.

Tenemos la solución delante de nuestros ojos: las mujeres trans solo debemos enfrentarnos a hombres y hacer equipo con hombres en competencias abiertas. Podemos luchar por espacios separados que protejan nuestra dignidad y por la instauración de una categoría distinta de récords para que nuestros logros queden inscritos en la historia, pero las únicas que tienen cabida en el deporte femenil son las mujeres. Se lo debemos a nuestras hijas.


Por Debbie Hayton y traducido al español por Atenea Acevedo.

Traducción al español del texto We trans women should compete only against men, de Debbie Hayton. El artículo fue originalmente publicado en The Times el 3 de septiembre de 2019 con el mismo título: We trans women should compete only against men.

By Debbie Hayton

Physics teacher and trade unionist.

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